Siempre será bienvenido el aire fresco a este espacio intemporal de las ventas.
Puede que, en breve, si te dedicas a esto, esa brisa entre revolviéndolo todo, por la ventana de tu ordenador.
Ser el más eficaz y eficiente en esta industria requiere la búsqueda constante de la fórmula magistral exacta que será, tal vez, la única, para cada producto, campaña, cliente, … Por eso, todo lo que suponga refrescar la competitividad y enfocar los números, tan inescrutables, desde una perspectiva lúdica, suponen un avance hacia el futuro. No se trata de digerirlos, sino de mejorarlos. Para ello, no hay motor más potente y fiable que la motivación.
Un equipo de ventas motivado se convierte, si es el adecuado (a tratar en otro artículo), en una potencia comercial de alto rendimiento, si esa motivación perdura lo suficiente en el tiempo. ¿Cómo se consigue esa inyección extra en la aptitud? Colocando un gran reto conseguible, competitivo y concreto, a una distancia que se pueda visualizar.
Si, además, fuera divertido, trazable y contextualizado, el éxito es seguro.
Incentivos en clave digital
Todo esto lo resuelve un sistema de incentivos digital que aflore el gen competitivo de todos sus componentes. Es tan útil, si está bien diseñado, para potenciar equipos propios especializados como para movilizar a redes externas poco proactivas, para un impacto concreto.
Imagina que, al abrir tu ordenador, como cada día, encuentras, precisamente hoy, una llamada a la competición (se te explican las nomas), que acaba justo en una batería de premios para que tú elijas el que te gustaría conseguir.
Hoy empiezas una carrera donde cada día, hasta la meta, visualizarás lo cerca que estás de él, la posición que ocupas frente a los demás aspirantes y qué palancas tienes para acercarlo más a ti…
Y verte, finalmente, subido en la meta, con tu premio, en los ordenadores de los demás. ¿Te imaginas…? Porque los mayores incentivos no son el premio, sino el recorrido para conseguirlos.
Entonces, descubres que viviste distinto durante el lapsus de tiempo que duró. Que un chorro de entusiasmo, como una adrenalina nueva, echó a dormir viejas rutinas. Que, en verdad, lo que te dieron, fue la oportunidad no solo de conseguir esto a aquello, sino de demostrar al resto, por un instante, que fuiste el mejor.
Y esa oportunidad, en nuestro mundo, se vuelve, simplemente, irrechazable.
Y cuando te llegue, tal vez con el packaging del concurso, no se tratará de un regalo, sino del resultado de una consecución. No te enviaron algo tangible, sino una bonita historia con forma que llevarte a casa.
Al fin y al cabo, se trató de ganar. Y la victoria es, sin duda, siempre lo que más vende.